Toda pareja atraviesa momentos de oscuridad. No porque falte amor, sino porque la vida —con sus heridas, cansancios y silencios— pone a prueba la raíz del compromiso. Las crisis matrimoniales no siempre son un final; muchas veces son una oportunidad para comenzar de nuevo, pero con más conciencia y madurez espiritual.
El primer paso para sanar es reconocer la herida sin juzgar, comprendiendo que detrás de cada conflicto hay un corazón que sufre y clama por ser escuchado. El diálogo, la oración y el perdón se convierten en los puentes que permiten reencontrarse.
Cuando Dios vuelve a ocupar el centro, el amor se purifica. Las palabras sanan, los rencores se disuelven y la gracia renueva lo que parecía perdido. 
Un matrimonio restaurado no es aquel que nunca cayó, sino el que decidió levantarse tomado de la mano de Dios.
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.” — Mateo 19:6
Te abrazo con mi alma,
Psic. Lissa Jimenez
Pueses escuchar a Lissa Jimenez en su programa MUJER DE FE todos los Jueves a la 1:00pm Hora Centro de México
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